El hígado graso, o esteatosis hepática, es la acumulación de grasa en las células del hígado. Puede deberse a una dieta poco saludable, al sobrepeso, a la diabetes o incluso a factores genéticos.

Los expertos advierten que esta enfermedad se ha convertido en una epidemia silenciosa: la mayoría de las personas que la padecen no presentan síntomas hasta etapas avanzadas.

Hay una gran cantidad de personas que tienen enfermedades hepáticas y la mayoría de ellas no lo sabe.

Los 10 síntomas más comunes del hígado graso

Aunque muchas veces no se notan al inicio, estas señales pueden indicar que el hígado necesita atención médica:

1. Fatiga o cansancio constante

El metabolismo se ralentiza y el cuerpo siente un agotamiento inexplicable.

2. Dolor o presión en el costado derecho

Puede presentarse una molestia leve bajo las costillas, donde se ubica el hígado.

3. Pérdida de apetito o sensación de llenura rápida

Comer poco y sentirse lleno enseguida puede ser una señal de inflamación hepática.

4. Pérdida de peso sin causa aparente

En algunos casos, el cuerpo deja de procesar los nutrientes de forma eficiente.

5. Debilidad generalizada

Falta de energía o sensación de “no tener fuerzas”.

6. Náuseas o malestar digestivo

Comidas grasosas o pesadas pueden generar molestias o náuseas frecuentes.

7. Ictericia (piel u ojos amarillos)

Aparece cuando el hígado no puede procesar correctamente la bilirrubina.

8. Hinchazón abdominal o ascitis

En fases avanzadas puede acumularse líquido en el abdomen.

9. Picazón en la piel

Provocada por el exceso de sustancias que el hígado no logra eliminar.

10. Enzimas hepáticas elevadas

No se sienten, pero los análisis de sangre pueden revelar inflamación o daño hepático.

¿Es normal no tener síntomas?

Sí. En la mayoría de los casos, el hígado graso no presenta síntomas visibles al principio. Los primeros signos suelen ser leves: fatiga, malestar abdominal o pérdida del apetito. Las señales más serias, como ictericia o ascitis, aparecen cuando la enfermedad progresa hacia esteatohepatitis o fibrosis.

Factores de riesgo más comunes

Cualquier persona puede desarrollar hígado graso, pero hay factores que aumentan el riesgo:

  • Sobrepeso u obesidad.
  • Diabetes tipo 2 o resistencia a la insulina.
  • Colesterol o triglicéridos altos.
  • Hipertensión arterial o síndrome metabólico.
  • Dieta rica en azúcares y alimentos ultraprocesados.
  • Consumo excesivo de alcohol.
  • Uso prolongado de ciertos medicamentos.
  • Predisposición genética o antecedentes familiares.

¿Cómo se diagnostica el hígado graso?

El diagnóstico combina distintos métodos:

1. Historia clínica

El médico evalúa antecedentes, hábitos y posibles factores de riesgo.

2. Análisis de sangre

Se miden las enzimas hepáticas (ALT, AST, GGT) y otros marcadores de función hepática.

3. Ecografía abdominal

Permite detectar la presencia de grasa en el hígado.

4. Elastografía o resonancia magnética

Miden la rigidez del hígado y ayudan a identificar inflamación o fibrosis.

5. Biopsia hepática

Se utiliza en casos avanzados o cuando se necesita confirmar el grado de daño hepático.

¿Qué hacer si sospechas que lo tienes?

  • Consulta con un médico o hepatólogo.
  • Solicita un análisis de sangre y una ecografía.
  • No ignores síntomas persistentes como fatiga o dolor abdominal.
  • Adopta una alimentación saludable y realiza ejercicio regular.
  • Controla tu peso, azúcar y colesterol con revisiones médicas periódicas.

¿Por qué no debes ignorarlo?

El hígado graso puede revertirse si se detecta y trata a tiempo. Pero si progresa a esteatohepatitis (EHNA), puede causar fibrosis o cirrosis. Se estima que una de cada cuatro personas con hígado graso podría avanzar hacia daño hepático severo.

Además, esta condición está relacionada con un mayor riesgo cardiovascular y metabólico, por lo que afecta mucho más que al hígado.

Hábitos y medidas que ayudan a mejorar el hígado

  • Bajar de peso: perder entre un 5 % y 10 % del peso corporal mejora la salud hepática.
  • Comer mejor: priorizar frutas, verduras, legumbres, cereales integrales y grasas saludables.
  • Evitar azúcares añadidos y ultraprocesados.
  • Hacer ejercicio: al menos 150 minutos semanales de actividad física.
  • Limitar o eliminar el alcohol.
  • Controlar enfermedades como diabetes e hipertensión.
  • Realizar controles médicos regulares.

¿Es peligroso?

Puede serlo si progresa sin control médico, pero es reversible con detección temprana. El hígado graso es una enfermedad silenciosa pero reversible. Detectarlo a tiempo, cambiar los hábitos y seguir controles médicos puede marcar la diferencia entre un hígado enfermo y uno completamente sano. Tu cuerpo habla, aunque sea en voz baja: escúchalo.

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