El cuerpo necesita diversas vitaminas para funcionar correctamente, entre ellas la vitamina K, un nutriente liposoluble que se almacena principalmente en el hígado. Su deficiencia puede generar trastornos relacionados con la coagulación sanguínea.

Según Arlene Carrera, coordinadora del Departamento de Nutrición Clínica y Dietética del Hospital Roosevelt, la vitamina K es esencial para la producción de proteínas en el hígado, la coagulación de la sangre y el mantenimiento de huesos y tejidos saludables.

Al ser liposoluble, esta vitamina se absorbe junto con las grasas y cumple funciones clave en el cuerpo. La nutricionista Mónica Cristina Pinto explica que su rol principal es activar las proteínas que permiten una coagulación eficiente, así como facilitar la fijación del calcio en los huesos. “Es la interacción entre calcio, vitamina K y vitamina D la que contribuye a tener huesos fuertes”, detalla.

El Instituto Nacional de Salud de Estados Unidos (NIH, por sus siglas en inglés) advierte que las personas bajo tratamiento con anticoagulantes, como la warfarina (Coumadin®), deben consumir diariamente la misma cantidad de vitamina K para mantener el efecto del medicamento.

¿Cómo actúa en el cuerpo?

El principal funcionamiento de la vitamina K es activar los factores de coagulación. Esta actúa como un cofactor en las reacciones químicas que activan el sistema de coagulación al momento de producirse una hemorragia o lesión, destaca Pinto.

Una deficiencia de vitamina K podría provocar una hemorragia alveolar difusa incluso ante heridas pequeñas, al no activarse adecuadamente el sistema de coagulación.

Además, contribuye al mantenimiento de la salud ósea, al facilitar la correcta fijación del calcio, indicó Carrera.

¿Dónde se encuentra la vitamina K?

Esta vitamina se encuentra principalmente en alimentos de hoja verde, y también es sintetizada parcialmente por la microbiota intestinal, destaca Pinto.

La vitamina K está presente en vegetales como espinaca, brócoli, lechuga y berros. También se encuentra en pescados, productos lácteos como mantequilla y quesos fermentados, así como en aceites vegetales como el de oliva u el de soya, concuerdan las nutricionistas.

Además de los vegetales, también puede obtenerse de hierbas como el perejil y el cilantro, y de frutas como el aguacate, las uvas verdes, el kiwi y los higos, detalla Carrera.

Efectos de su deficiencia

Mónica Pinto señala que la deficiencia de vitamina K puede causar sangrados y moretones frecuentes, mientras que su ingesta adecuada puede prevenir enfermedades óseas y cardiovasculares.

Aunque es poco común, la deficiencia puede provocar sangrado espontáneo en encías o nariz sin una causa aparente, comenta Arlene Carrera.

Las poblaciones más propensas a padecerla son pacientes en tratamiento con anticoagulantes o antibióticos prolongados, ya que estos afectan la flora intestinal, lo que podría generar deficiencia.

También se ven afectados quienes padecen enfermedades hepáticas como hígado graso o cirrosis, debido a que el hígado necesita vitamina K para producir factores de coagulación. De igual forma, quienes padecen enfermedades intestinales como colitis ulcerativa, enfermedad de Crohn o celiaquía, ya que todas estas condiciones afectan la absorción de esta vitamina, detalla Carrera.

Síntomas de alerta

Uno de los principales signos es la aparición de moretones con facilidad o hemorragias provocadas por heridas leves, lo cual podría indicar una deficiencia, agregó Pinto.

Carrera añade que los síntomas también pueden incluir sangrado excesivo, sangrados nasales frecuentes, gingivales o incluso presencia de sangre en la orina.

Los grupos con mayor riesgo de presentar niveles bajos son los recién nacidos, personas con enfermedades hepáticas o intestinales, pacientes bajo tratamientos médicos específicos y quienes mantienen una dieta pobre en variedad, puntualizó.

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