La reserva cognitiva es la capacidad del cerebro para resistir o compensar daños provocados por el envejecimiento y permite, además, una mejor adaptación a los cambios provocados por enfermedades neurodegenerativas, procesos fisiopatológicos o envejecimiento. En ese contexto, los especialistas se preguntan cuáles son los beneficios y cómo se puede desarrollarla.
Las investigaciones sobre reserva cognitiva
Las investigaciones previas sobre los efectos de la reserva cognitiva avanzaron enormemente gracias al “Estudio de las monjas” de David Snowdon para la Universidad de Minnesota, en 1986, con el que se logró comprender el deterioro cognitivo asociado al envejecimiento y a la enfermedad de Alzheimer.
Snowdon trabajó con unas 678 monjas de la congregación de las Hermanas de Notre Dame, en Baviera, cuyas integrantes tenían un promedio de 83 años, mayormente maestras y profesoras con condiciones físicas y mentales variadas. Los resultados arrojaron que actividades como la lectura, la escritura, el sostenimiento de relaciones sociales y afectivas y una alimentación adecuada eran los factores más influyentes para promover un buen grado de rendimiento cognitivo.
“El concepto de reserva en neuropsicología se utiliza para dar cuenta de la separación entre un daño cerebral o patología y su manifestación clínica. Hay dos modos de aproximación a este fenómeno. Uno hace alusión al concepto de reserva cerebral, que alude a diferencias cuantitativas como aumento de materia gris, mayor cantidad de neuronas o de redes sinápticas, es decir, aquello que permite la comunicación y transmisión de información a través del sistema nervioso”, subrayó Wanda Rubinstein, asesora de Manantial Grupo Humano, Investigadora CONICET-UBA y coordinadora del Centro de Investigaciones en Neurociencias y Neuropsicología de la UP.

Además, agregó: “El segundo tipo de reserva cognitiva hace referencia a las diferencias en los procesos cognitivos de cada persona que permiten hacer frente, en mayor o menor grado, al daño cerebral”.
Esa reserva cognitiva explica las diferencias individuales en la capacidad de resistir el avance de la edad y las enfermedades neurodegenerativas. “Las personas con mayor reserva cognitiva tienen más capacidad de enfrentar el avance de la patología cerebral mucho antes de que empiecen a aparecer los síntomas, porque cuando comienzan a producirse esos cambios cerebrales las diferencias interpersonales pueden influir en la forma más adecuada de cada persona para afrontarlos”, sostuvo Romina Tirigay, psicóloga especialista en neuropsicología e integrante del Centro de Investigaciones en Neurociencias y Neuropsicología de la Universidad de Palermo.
“Todos poseemos la capacidad de generar reserva cognitiva, solo se trata de entrenarla. El cerebro tiende a realizar las tareas cognitivas por sus caminos convencionales, así que generar desafíos cognitivos promueve la necesidad de recorrer nuevas rutas. Hay que recordar que hasta los 90 años existe la posibilidad de generar neuronas nuevas”, explicó Rubinstein
A pesar de que podemos desarrollar reserva cognitiva, y que la misma depende de factores educativos o de hábitos y temas culturales, Rubinstein advirtió, además, que también está determinada por factores genéticos. “Para estimar la reserva cognitiva de un sujeto se utilizan una serie de indicadores que refieren a las diferencias individuales constituidas por factores genéticos y ambientales.
El uso de una sola medida de estas no aporta una imagen completa de la reserva cognitiva de un individuo porque la misma resulta de una combinación de experiencias y actividades a lo largo de la vida”, afirmó