Diversos estudios respaldan que la actividad física ligera, como caminar o practicar yoga adaptado, contribuye a disminuir la fatiga y mejorar el estado de ánimo durante los tratamientos; estas actividades, siempre bajo supervisión médica, se convierten en un aliado natural del bienestar.
La alimentación equilibrada también juega un papel clave: incorporar frutas, verduras y alimentos ricos en antioxidantes ayuda a reforzar las defensas y mitigar efectos secundarios, de acuerdo con organismos especializados en nutrición y oncología.

Otra práctica recomendada es la meditación, combinada con técnicas de respiración; la evidencia muestra que reducen los niveles de ansiedad y estrés, favoreciendo una recuperación más llevadera y fortaleciendo la resiliencia emocional.
Igualmente, técnicas como la musicoterapia o la aromaterapia, cuando son integradas de manera profesional, han mostrado beneficios en la reducción del dolor y la mejora del descanso, ofreciendo un complemento no invasivo al tratamiento convencional.






