A pesar del crecimiento de las energías renovables, los combustibles fósiles aún cubren el 78% del consumo mundial. El petróleo seguirá siendo relevante hasta 2040, impulsado por el transporte pesado y la petroquímica, mientras que el gas natural se consolida como “energía puente” en regiones que buscan reducir emisiones sin perder competitividad.
La demanda de electricidad, por su parte, se duplicará hacia 2050, principalmente por la expansión de la inteligencia artificial, los centros de datos y la movilidad eléctrica. Según McKinsey, más del 50% de la energía consumida a mediados de siglo será eléctrica, lo que requerirá triplicar la capacidad instalada de generación renovable.
Las renovables se convierten en la fuente dominante: pasarán de cubrir el 17% del consumo energético mundial en 2025 a más del 50% en 2050, desplazando progresivamente al carbón, al petróleo y al gas.

Las siete claves del mundo energético que viene
- La demanda energética global alcanzará su punto máximo antes de 2030
Por primera vez desde la Revolución Industrial, McKinsey proyecta que el consumo total de energía del planeta se estabilizará hacia el final de esta década, impulsado por mejoras tecnológicas y una mayor eficiencia en los procesos industriales. Entre 2024 y 2030, el crecimiento promedio anual de la demanda caerá del 1,6% al 0,3%, y hacia 2030 podría comenzar un descenso paulatino.
El informe explica que la digitalización, la automatización industrial y la eficiencia de los motores eléctricos están reduciendo el consumo de energía por unidad de PIB. Sin embargo, esta tendencia será desigual: mientras los países de la OCDE muestran una meseta clara, Asia y África aún sostendrán el crecimiento del consumo, debido al aumento demográfico y la urbanización acelerada.
McKinsey advierte que “el pico de demanda no significa el fin de la energía fósil, sino una redistribución estructural hacia fuentes más limpias y sistemas más eficientes”. En su escenario base, el mundo alcanzará una demanda máxima de 640 exajulios antes de comenzar un lento declive.
- La electrificación será el motor del cambio
La electricidad pasará de representar el 20% de la energía final consumida hoy a más del 50% en 2050, un salto histórico que requerirá inversiones masivas en infraestructura. Las renovables -especialmente la solar y la eólica- liderarán esa expansión. Según McKinsey, la energía solar será la tecnología dominante, multiplicando por seis su capacidad instalada actual, mientras que la eólica duplicará la suya.
El documento señala que la electrificación del transporte será uno de los motores principales: hacia 2040, siete de cada diez autos nuevos vendidos serán eléctricos, y la logística pesada (camiones, trenes, barcos) incorporará progresivamente sistemas híbridos o impulsados por hidrógeno.
Además, la IA y los centros de datos provocarán un aumento inesperado de la demanda: se prevé que el consumo eléctrico asociado al cómputo en la nube y a la inteligencia artificial crezca un 160% hacia 2030, lo que obliga a repensar la planificación energética global.
- Los combustibles fósiles aún no se despiden
Pese al impulso renovable, los combustibles fósiles mantendrán protagonismo durante las próximas dos décadas. El informe señala que el petróleo seguirá siendo clave para el transporte pesado, la aviación y la petroquímica, con una demanda que recién comenzará a caer después de 2035.
El gas natural, considerado el “combustible de transición”, crecerá hasta 2035 y luego se estabilizará, representando cerca del 22% de la matriz energética mundial. Su rol será crucial para garantizar seguridad energética en regiones dependientes del carbón, como Asia y Europa del Este.
El carbón, en cambio, continuará su declive estructural: McKinsey prevé que su participación en la generación eléctrica global caerá del 24% actual a menos del 8% en 2050.
- El hidrógeno bajo en carbono gana terreno
El hidrógeno se consolida como pieza estratégica de la descarbonización industrial. McKinsey estima que su participación pasará del 1% actual a entre el 8% y el 10% de la matriz energética mundial en 2050, impulsado por el transporte marítimo, la aviación y la siderurgia verde.
La producción de hidrógeno verde (a partir de electrólisis con energía renovable) crecerá más rápido que la del hidrógeno azul (producido con gas natural y captura de carbono). Hacia 2030, el costo promedio del hidrógeno verde podría bajar a 1,5-2 dólares por kilo, frente a los más de 4 dólares actuales.
- Los minerales críticos serán el cuello de botella
El futuro energético depende de la minería. El informe advierte que la demanda de litio, cobre, níquel y tierras raras se triplicará o cuadruplicará en los próximos 25 años. Solo el litio, esencial para las baterías, podría multiplicar por siete su consumo actual.
McKinsey estima que para 2030 se necesitarán 25 millones de toneladas de cobre adicionales para redes eléctricas, autos eléctricos y generación renovable. El desafío no solo es geológico, sino logístico y geopolítico: el 70% de la producción de litio y el 60% de las tierras raras provienen de apenas tres países.
- La inversión en transición energética debe duplicarse
El informe de McKinsey pone cifras al desafío: el mundo necesitará u$s75 billones de inversión acumulada hasta 2050 para alcanzar la neutralidad de carbono. Actualmente, el flujo anual es de unos u$s3,8 billones, por lo que la inversión debería duplicarse para cumplir los objetivos de 1,5 °C.
Las áreas clave serán la generación renovable, las redes eléctricas inteligentes, la captura y almacenamiento de carbono (CCUS) y la electrificación del transporte y la calefacción.
En los países emergentes, donde los costos de financiamiento son más altos, la brecha de inversión climática supera los u$s1,5 billones anuales.
- El riesgo climático y financiero aumenta
Por último, McKinsey advierte que los costos de la inacción climática son cada vez más tangibles. Si las emisiones no se reducen al ritmo necesario, las pérdidas económicas por eventos climáticos extremos -inundaciones, sequías, incendios y olas de calor- podrían superar los u$s8 billones millones anuales para 2050, equivalentes al 7% del PIB mundial.
El informe estima que más de 1.200 millones de personas estarán expuestas a olas de calor extremo y que el 14% de la superficie cultivable mundial podría sufrir estrés hídrico severo.
Las aseguradoras y los fondos de inversión ya están ajustando su exposición a activos intensivos en carbono, y los reguladores financieros comienzan a exigir transparencia climática.
